Aquel tiempo pasó,
como pasó el tranvía por las calles sin gente de una gran ciudad.
Un fantasma que, a veces, por resarcirse del tiempo pasado,
del tiempo perdido
reclama su derecho
y vuelve....
Vuelve su traqueteo por las calles adoquinadas,
el chisporroteo de la guía que lo aferra a su realidad.
Y así atraviesa a gentes, a coches, a edificios
pero no es más que bruma...
Una bruma en blanco y negro
que convierte en algo extraño a ese hecho.
Un hecho que según el sentido que lo atraiga
y el momento que evoque,
abre un hueco en la boca del estómago
que, deja libres millares de mariposas que vuelan al son
de la añoranza o la pena,
de la añoranza o la pena,
por un momento que, bueno o malo,
ya nunca volverá...
Qué tendrá de malo,
qué tendrá de extraño
el paso del tiempo,
que va dejando atrás una vida
que nos va dejando atrás en su devastador paso.
Ayer ví en unos ojos inocentes la nostalgia
y una queja que, a su modo, me clamaba:
"¡ay Pili!, ¡el verano pasado!
¡yo lo quiero!"
(impotente ante el deseo de quererlo revivir y saber que no puede tenerlo)
Y no pude menos que humedecer mis ojos
y sentir pena por el tiempo pasado,
por el tiempo perdido en la bruma del olvido.
Qué tendrá de malo,
qué tendrá de extraño
almacenado en el recuerdo
el paso del tiempo.
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