Océanos envolventes en cualquier lugar.
Y tú como náufrago te aferras a tu metro de tierra.
Un mundo infinito que muestra su grandeza,
y tú como niño indefenso agarrado a la mano de mamá.
Un puñado de sensaciones,
un puñado de emociones
que florecen, de pronto, en paz.
Músicas que, sin ellas saberlo,
te dicen quién eres y
te arrancan de un letargo aséptico.
Quiero reír y quiero llorar.
Vuelvo por un momento la mirada y
ahora sé quién soy,
mañana no lo sé.
Me enamora cada mañana la tierra,
me enamora mi casa,
me sobrepasa en el pecho la devoción por mi hogar.