como lengua de plata.
Alrededor todo son siluetas.
Árboles, murallas,
olivos y piedras.
Luces en la lejanía,
tan pronto están
como por capricho desaparecen
entre la niebla.
Es el paisaje que impregnado de su aroma
a veces levanta el vuelo.
Un vuelo sinuoso que harto difícil
resulta de entender.
Abro mi mano y quiero atraparlo
pero es leve aunque cotidiano,
su suave caricia me roza entre los dedos,
y se escapa como un pez.
Lo intento una y otra vez,
con la insistencia del niño que quiere
atrapar en su pequeña mano
un puñado de agua...,
lograr lo imposible
y poderlo mostrar.
Un sentimiento.
Amor lo llaman.
Y, sin embargo...,
se me niega una y otra vez.
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