melancólica asomándome a tu ventana,
esperando que por arte de magia
retorne a mí tu palabra.
Convido a los dioses antiguos
a que vengan a darnos cobijo,
que envuelvan todo a su paso
con una niebla blanca,
deslumbrante y fina,
que con sutil delicadeza
otorgue vida a cada ser viviente
que el otoño dejara anodino y frío...
Árboles secos que vuelven a la vida,
vida que se vuelve viva,
días que se tornan tristes y
noches que, inesperadamente,
se tornan complacientes.
¡Las calles están tan vacías!
como el corazón que se despide...
La noche salpicada de luces para nadie,
tristezas que se pasean solas...
Y entonces, empiezo a recordar.
Palabras.
Palabras que revolotean en la madrugada:
" Me gustas cuando hablas,
cuando ríes
e, incluso, cuando no dices nada.
También cuando no estás
porque entonces me invade la melancolía.
Esa tan agradable que sube por la espina dorsal
como una tenue descarga de corriente eléctrica y, que
luego se torna en sosegada,
como una brisa leve
o un susurro en el viento del paseo...
Me gustas cuando llueve en el cristal,
debajo de la luz del flexo de mi mesa...
en la próxima cafetería o
en los kilómetros de la carretera ."
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