Camino por unas calles por las que nunca tus pies han pasado,
y, sin embargo, tienen impregnado tu recuerdo
en cada acera, en cada letrero
o en cada gota de agua que salpique la fuente.
Los rayos del sol van calentando las piedras
y nuestras cabezas,
y como lluvia de oro derraman tu presencia por doquier.
Te llevo cargado,
mas eres liviano como una suave pluma
agitada por el viento.
Ese viento, que alborotando mi pelo,
descuidado y con disimulo,
me susurra tu nombre en secreto.
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