Días nublados en el lugar que habitamos.
Y parece que esa desolada soledad de las calles
nos cala a todos hasta los huesos y,
reclama recuerdos.
Recuerdos de un verano trasnochado,
gastado del uso y el deseo.
Recuerdos de color y de un tiempo que,
a pesar de lo sentido,
nunca fue mejor.
Porque siempre llueve,
siempre llueve en el escenario.
La lluvia siempre acaba mojando los cristales, distorsionando lo que vemos desde el otro lado...
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